sábado, 3 de noviembre de 2007

lunes, 2 de julio de 2007

¿Si volvieras a nacer?

Imaginate que por esas cosas de la vida, en aquel instante de tu existencia, se te aparece una ada o un genio y te diera la posibilidad de volver a nacer... ¿que harias?



por mi parte si volviera a nacer, pediria volver a ser hijo de mis padres y que nacieran mis mismas hermanas, pediria tener la misma familia, tratar de cometer los mismo errores, enojarme con las mismas personas, si volviera a nacer les diria a mis padres que los amo y que los respeto cada día más, si volviera a nacer les diria a mis hermanas que aunque nos peleamos, nos odiamos y nos decimos de todo, las quiero con toda mi alma, si volviera a nacer le pediria al de arriba que me diera mi mismo nombre, ya que el orgullo de llamarme Héctor se lo debo a mi abuelo, si volviera a nacer, cometeria los mismo errores de adolecencia, trataria de conocer a las mismas personas, volver a ser amigos de mis amigos y de mis enemigos, no perderia el tiempo en conocer a las personas, solo en disfrutarlas, le diria a mi primo que en paz descansa que lo amo, que me perdonara por no haber estado con el más tiempo del que se merecia, le diria además que saludara a mi abuelo y que le dijiera que no me arrepiento de ser como soy, de la vida que tengo y de la familia que me dio, si volviera a nacer, estaria con la misma persona que estoy en este momento y si volviera a nacer me gustaria santir lo que siento... si volviera a nacer le diria al genio que no quiero su deseo... por que si volviera a nacer sería tal como soy y le dira al mundo que no me arrepiento....

martes, 12 de junio de 2007

“Recordando viejos tiempo, el problema de haber cumplido 25”

Cuando uno entra a la edad de ¼ de siglo, tiene todo el derecho de revisar que es lo que ha hecho durante este tiempo. Las canciones que hemos escuchado, los dibujos que vio cuando pequeño, los dulces que compraba a un peso o a cinco, depende del presupuesto, etc.

25 años no lo tiene cualquiera, es más a cualquiera le gustaría volver a tener 25 años, o haber sido parte de la generación del 80, la generación de la renovación, la del cambio, la el comienzo de la tecnología, y un sinfín de cosas que disfrutábamos de nuestra época.

Para comenzar, me remontare a aquellos años donde mi madre, aquella dulce y tierna mujer, abría sus piernas para dejar salir a aquel pequeño, pelado, gordo, ojos negros, llorón, o sea “quien escribe”.

La primera canción que habré escuchado cuando tenia días o meses de nacido fue la típica canción de cuna (duérmete mi niño, duérmete por díos, que ya viene el cuco y te va a comer) linda canción de cuna, eso sí, hasta la fecha no tengo idea de quien es el cuco.

Pasaban los meses, los años y de las canciones de cuna pasamos a las canciones de ronda, a las canciones del jardín, (Las manitos, las manitos, ¿donde están? Aquí están, como se saludan, como se saludan y se van y se van...) lindos años de jardín, las tías, ¿las tías?
no entiendo porque se les dice así, si hermanas de mi mamá no son, de mi papá tampoco, o sea parientes mío, nada. (Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de Portugal, que sepa coser, que sepa cocinar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar) horas, así es, horas jugando, dando vueltas y vueltas como unos verdaderos trompos.


Pasaban los años y de las canciones de cuna, de ronda, llegaron los dibujos animados o los “monitos” como les decíamos en antaño, (Abuelito dime tú, que sonido son los que oigo yo...) (Capitán futuro, capitán futuro, enérgico y audaz...) (Son de plata y de acero, son humanos biónicos...) esos eran dibujos, te entretenías durante horas, y si no te dejaban ver televisión, solo ibas a la casa de un amigo y te entretenías jugando a la pelota, a los autos en autopistas de tierra, a las bolitas, a tirarse por calles empinadas en un carro con ruedas de rodamientos, etc. Y si te caías o te rompías, las piernas, los brazos, la cabeza, no te llevaban de forma inmediata a la clínica u hospital, solo un poco de hielo, un par de retos y un chichón de dos a tres semanas en tu cabeza y si te resfriabas o te dolía el pecho, te colocaban un papel de diario con vela en el pecho y te dejaban el puzzle pegado durante semanas, ahora si te dolían los oídos, un cambucho en la oreja y listo, hasta la fecha tengo el tímpano quemado. Los días sábado veíamos esos programas españoles, mexicanos, brasileros, etc. Alguien no recuerda El juego de la Oca, Nubeluz, El show de Xuxa, o los programas chilenos como Cachureos, Pipiripao, Profesor Rosa, y muchos más...

De todos esos programas el que me marco y el que más me gustaba, era ese pequeño ratoncito con una batita rosada que cantaba y cantaba (hasta mañana sí Dios quiere que descanses bien, llego la hora de acostarse y soñar también, porque mañana será otro día y hay que vivirlo con alegría) o el pequeño hombrecito que vivía en una caja de cartón (Pin pon es un muñeco de cuerpo de algodón, se lava la carita con agua y con jabón, se desenreda el pelo con peine de marfil y cuando se da tirones no grita y dice kuui...) hermosos tiempos aquellos.

Ya un poco más grande, en la enseñanza básica, seguíamos viendo aquellos monitos animados, los Thundencat, Transformen, Alvin y las Ardillas, Denver el último dinosaurio, monitos que marcaron momentos y etapas de nuestras vidas.

De un tiempo a otra parte, aparecieron los Álbumes, México 86 (casi completo, me faltaron 2 laminas) El cuerpo humano, Italia 90, y muchos más... con las laminas que sobraban jugabas a dar vuelta los monos con tus otros compañeros y si te aburrías de jugar a las laminas te ponías a jugar a aquellos juegos más violentos, pero, que te hacían reír y sudar como chinos (el lobito, hoyito patada, la pinta, los países, etc.)

Cuando tenias que despertar en las mañanas para ir al colegio, ni siquiera te preguntaban si querías ir o no ir a clases, solo te colocaban aquel despertador que sonaba como si fuese alarma de bombero o aquella radio que te indicaba la hora (Cooperativa, 7:30 minutos) o la radio local ( Carnaval, Carnaval, aquí llega la alegría, esta es la sintonía de su radio Carnaval) con ese despertar te ibas al colegio caminando, si estaba lloviendo, saltabas sobre las posas de agua que quedaban en la calle y no terminabas resfriado o con pulmonía, solo con la ropa mojada y otra vez, un buen reto.

Estando ya en la enseñanza media, los cambios ya eran más latente, pasaste de querer jugar a la ronda y a otros juegos a querer jugar a (el semáforo, la botella, a las prendas, etc.) o conociste a aquella persona que te hacia sufrir cambios físicos, y para que decir psicológicos, la música ya no era la misma, en la década de los 90, los hit del momento eran (va subiendo despacito la botella, en la boca de la botella...) (1,2,3, levantando las manos, moviendo la cintura, con movimiento sexy...) ( y no me digas pobre, por ir viajando aquí...) (una casita chiquitina así...) música que te hacia bailar y disfrutar de aquellas veladas en casa de algún amigo.

Cuando probaste por primera vez la cerveza o el vino, ya no paraste de seguir tomando, o al menos recaes de vez en cuando, tu primer amor, tu primer beso, tu primera vez, etc.

Lindos recuerdos, lindos momentos...

FIN...







PD: ¿no se me habrá caído un poco el carné?

lunes, 9 de abril de 2007

"Amores Perros, otra historia del Transantiago"

Santiago, abril 2007, 22:50 hrs.

Después de una larga conversación con Nicolás, amigo y compañero de curso, nos dirigimos rumbo al metro para poder llegar a nuestros destinos, él a su casa y yo dirección al Terminal San Borja para poder tomar el bus rumbo a La Serena.

Caminando por calle República, comencé a contar los minutos y segundos que faltaban para la hora de salida, llegamos a la calle Alameda y tal fue nuestra sorpresa que encontramos las puertas del Metro cerradas. Si, eran menos de las 23 hrs. y ya nos habíamos quedado afuera de la estación.

“Chucha, nunca he viajado en micro a mi casa, en puro Metro no más” fue una pequeña exclamación de Nicolás.

Segundos después, un señor según yo, ya que fue lo único que distinguí a esa hora, nos dijo que en el otro frente de la Alameda las puertas del Metro estaban abiertas. Sin pensarlo dos veces nos vimos cruzando la Avenida sin mediar peligro alguno, la idea era poder llegar antes que las puertas se cerraran.

Entre la maratón, que habrá durado algunos segundos, pero, que gracias a la adrenalina expulsada por mi cuerpo, les juro que fueron para mi, unos cuantos por no decir varios minutos, además, estuve a punto de caer pecho a tierra, así es, para que les contaré los recuerdos que vinieron a mi mente, para que se hagan una idea, me acorde de la mamá de la presidenta, del ministro y para que decir de la maravilla e inmaculado proyecto del Transantiago.

Para las personas que están fuera de la Capital o sea “los provincianos”, el Transantiago es algo que ven como lejano, es más, algo que para ellos no tiene mayor trascendencia… Eso mismo pensaba yo, hasta que me sentí como una verdadera sardina enlatada; Éramos como quinientas sardinas pero en un envase para doscientas. No les voy a contar las vicisitudes vividas en el metro o en la micro, Solo les puedo decir que no había sentido tantos olores juntos y tan desagradables, desde la vez que fui al vertedero de Coquimbo. Pero en fin…

Llegamos a la estación de Metro y gracias a Dios las puertas estaban abiertas, entramos sin mayor apuro, ya que nos dimos cuenta que no éramos los únicos tratando de llegar, si no al contrario, éramos solo parte de aquella ola de gente que quería atravesar aquel umbral para poder llegar rumbo a casa.

Ya adentro de la estación, un poco más relajado después de tan infartarte experiencia, nos despedimos con Nicolás ya que él tenía que tomar hacia otra dirección el Metro.

Mirando hacia el otro anden, me di cuenta que aproximadamente unas 500 personas estaban esperando la llegada de su medio de transporte, si, una tras otra, esperando poder entrar en aquella lata de conserva. Algunos segundos después ¡magia! Si, en el mismo andén ya no había nadie. Ni un solo papel volando.

Ya habían pasado algunos minutos en el transcurso de la maratón, de la magia y de todas las historias que pasaron en aquel poco tiempo. Que se me hacia tarde. Mi bus rumbo a casa estaba por salir.

Ya dentro del Vagón y otra vez soportando olores y más olores, me di cuenta de una cosa. Tendría cinco días para poder descansar y olvidar el estrés producido por tanta cosa ocurrida en Santiago. Que estando ya arriba del bus extrañaba sin saber porque.

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